EL INICIO DEL FIN
Cristóbal Arteta Ripoll

Ricardo Varela Consuegra, en forma recurrente, cuando compartíamos en reuniones con nuestros demás amigos decía una y otra vez que a la edad de 69 años se daba el quiebre de nuestra existencia y quien llegaba a esa edad, saludablemente, podría durar una, dos y hasta tres décadas más.
Por supuesto, decía, solo depende de la respuesta a las tres grandes preguntas éticas de la vida, a las cuales se refiere con frecuencia Arteta cuando aborda el problema del bienestar y la felicidad personal: ¿Qué pienso? ¿Qué cómo? y ¿Qué hago?. Solía recordar siempre las tres preguntas sobre la vida que me acompañan a diario y que les repito insistentemente a mis estudiantes en clases.
En una de esas reuniones, hacía la pregunta, mamando gallo, ¿quién se iría primero?. ¿Nora, Joaco, José Gabriel, Cristóbal o el mismo Ricardo?. Así terminábamos nuestras tertulias con el énfasis, a manera de bullying, de que el primero en irse sería Cristóbal por ser el más viejo del grupo.
No faltaba la pregunta complementaria: ¿Quién será el encargado del discurso mortuorio el día que muera Arteta, el día que muera Nora, el día que muera José Gabriel, el día que muera Joaco?. Yo no tendré quién me haga el discurso, pues seré el último en morir. Tal vez, será otra persona distinta a ustedes.
Pero, paradójicamente, fue Ricardo el primero en irse y justo a los 69 años de edad. La partida de Ricardo prácticamente acabó la tertulia que realizábamos algunos viernes en horas de la tarde, después partió Joaco, también a los 69 años de edad. Quedamos tres y nos llegará la hora. Bienvenida sea, porque la muerte es necesaria, lógica, inmanente, imprescindible y como decía Epicuro: para qué preocuparnos por la muerte si mientras nosotros vivimos ella no está y cuando llega tampoco.
Pero es muy difícil no hablar de la parca, sobre todo, cuando de alguna manera, hemos sentido el inicio del fin. Yo, particularmente, lo sentí por primera vez, en diciembre del 2020 con la pandemia al ser atacado por el covid, y, por segunda vez, recientemente, en septiembre del 2024, al haber sufrido una crisis ocular que me atormentó en extremo al pensar que se acabaría gran parte de mi vida al tener que dejar lo que realmente amo: el fútbol. En ambos casos, he superado la crisis, pero, sin duda alguna no me engaño porque siento y repito es el inicio del fin. Creía imposible superar la segunda crisis, por fortuna encontré al Homo Deus de la retinología: Roberto Leiva Beltrán, con quien estaré agradecido eternamente.
Pero lo que importa es el aquí y ahora, disfruto el inicio del fin, guiado por la sentencia de Nietzsche: carpe diem y amor fati. Aunque siempre pensando en la angustia existencial que hasta los más grandes filosófos de la historia como Kierkegaard, Jean-Paul Sartre y Heidegger, entre otros, la tenían en el centro de sus reflexiones.
Decir yo no pienso en la parca es seguir viviendo en la hipocresía. Entre más amamos la vida, porque es la única realidad radical que tenemos, más nos angustia el pensar que tenemos que morir.
Ricardo Varela Consuegra, el mejor de mis amigos, el más humano como diría Nietzsche se fue sin haber sido rector de la Universidad del Atlántico, a pesar de que aspiró a ese cargo siendo gobernador del departamento uno de los más importantes integrantes del movimiento político al cual pertenecía: Alex Char Chaljub. Nunca entendí por qué prefirió a Pedro Falco y no a Ricardo. Estoy convencido que hoy estaría en el listado de los mejores rectores de la institución en sus más de 75 años de existencia, al lado de intelectuales de la talla de su fundador, el filósofo Julio Enrique Blanco, el economista y científico social José Consuegra Higgins y el ingeniero químico Guillermo Rodríguez Figueroa.
Tres grandes rectores, tres grandes humanistas, tres concepciones diferentes de la política y la vida. Pero identificados como grandes constructores de universidad y lo que ésta significa como docencia, investigación científica y proyección social.
De ellos solo vive el viejo Guillo como con mucho cariño le decimos. A propósito de este gran maestro de maestros, hoy 28 de octubre, cumple 99 años de existencia con una inteligencia y una lucidez extraordinaria que indican a las claras su dedicación a los libros, el amor y compromiso, como ningún otro exrector, con la Universidad del Atlántico, de la cual es actualmente el representante de los exrectores en el Consejo Superior, brillando con su sabiduría y ética aplicada aunque suene redundante.
Y pensar que lo conocí en el Colegio San Francisco donde me estimuló para ingresar a la UA y como Secretario General de la misma me facilitó el camino de ingreso. Pero luego sería nombrado Rector (1972-1974), por el gobernador de ese entonces, tocándole la difícil tarea de lidiar con el movimiento estudiantil universitario de carácter nacional que se gestó en ese momento. Ya yo formaba parte de ese grupo selecto de líderes estudiantiles que por nuestro accionar fuimos perseguidos y expulsados de la Universidad. Guillermo me metió y Guillermo me botó.
Hoy creo que las circunstancias políticas justificaban lo sucedido. No hay resentimiento, hay reconocimiento a una gesta, a una lucha, a un compromiso y a una labor extraordinaria de Guillo como rector y como representante de los exrectores en el CSU.
Feliz cumpleaños maestro. Ojalá y los 100 años de existencia, el próximo año, los cumpla siendo nuevamente el representante de los exrectores en el Consejo Superior. Bienvenido al siglo de existencia, Guillermo.
Notícula: La foto fue tomada el día 22 de octubre, antes de su disertación sobre La ecuación E= M*C2 de Albert Einstein, frente a los estudiantes de Ingeniería de la UA.
Barranquilla, 28 de octubre de 2024.
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