El fracaso de la meritocracia
Cristóbal Arteta Ripoll
La meritocracia, de la cual tanto se habla a la hora de buscar candidatos para determinados cargos y dignidades, es contraria al bien común porque a través de ella se le entregan privilegios a una minoría que lo ha tenido todo para alcanzar el mérito y se castiga duramente a quienes no han tenido esas ventajas u oportunidades.
La meritocracia se complace con los ganadores y disgusta a los perdedores abriendo más la brecha de las desigualdades económicas, sociales y políticas. Más de una vez, es el maldito golpe de suerte el que abre el camino al ganador y se lo cierra al perdedor.
Por esa y muchas otras razones, el sistema meritocrático ha sido un fracaso dice Michael J. Sandel en su libro
‘La tiranía del mérito’.
Ese sistema ha creado sociedades en las que solo hay ganadores y perdedores. Por lo tanto, la movilidad social se ha estancado, generando una combinación de ira y frustración que alimenta la polarización y la protesta popular, y, a veces, la reacción populista reduciendo la confianza en las instituciones por parte de la ciudadanía y con justificadas razones.
Para superar esta crisis, Sandel propone repensar las ideas de éxito y fracaso que han acompañado la deshumanización del ser humano en la época de la globalización y profundizado el aumento de la desigualdades sociales.
En esa línea discursiva, Sandel aboga por una nueva forma de pensar el éxito, más atenta al papel de la suerte y más acorde con una ética de la humildad y la solidaridad.
Tres propuestas son claves en su pensamiento:
1-Reconocer el papel de la suerte en el éxito, argumentando que el éxito no solo se debe al esfuerzo y el talento, sino también a la suerte y las circunstancias.
2-Promover la dignidad del trabajo, defendiendo la importancia de reconocer el valor del trabajo y no solo recompensar el éxito económico.
3-Fomentar la solidaridad y la humildad, abogando por una sociedad más solidaria y humilde, en la que se valore la contribución de todos, tanto la de los ganadores como la de los perdedores.
Son propuestas que no son contrarias al al éxito alcanzado por quienes tienen méritos para asumir determinados roles dentro de una sociedad, pero sí apuntan a establecer un marco aristocrático articulado con el concepto de justicia, toda vez que establece que es necesario dar oportunidades a quienes no han tenido la suerte de tener oportunidades y condiciones favorables para su desarrollo humano.
Sobre todo, teniendo en cuenta que a veces se habla de meritocracia en forma engañosa estableciendo reglamentos y normas acomodaticias para que encajen con determinados principios e intereses políticos e ideológicos, desvirtuando así la virtuosidad del mérito.
Con esta breve reflexión sobre la meritocracia debemos inexorablemente autoreflexionar sobre dos preguntas sencillas y muy cotidianas:
¿Acaso quienes te ha superado en algunas aspiraciones para ocupar determinados cargos o posiciones han tenido méritos de sobra frente a los tuyos para desplazarte?.
¿Acaso no hay cierta razón e intriga en el dicho popular ‘la suerte de la fea la bonita la desea’, utilizado cuando la fortuna sonríe a una persona poco agraciada?.
Barranquilla, 3 de febrero de 2025.
El texto anterior me llama mucho la atención, debido a que en el se expone de forma concisa y clara la problemática que presenta la meritocracia, señalando cómo en algunos casos se puede privilegiar a quienes han tenido ventajas previas y marginar a quienes no han contado con las mismas oportunidades
en el texto, se logra desmontar la idea de que la meritocracia es un sistema «justo y equitativo» Al señalar que este sistema les ofrece ventajas a quienes ya tienen beneficios socioeconómicos y margina a quienes no tienen la misma oportunidad , y a su vez, muwera que en lugar de reducir las desigualdades, las profundiza.
Este articulo está lleno de verdad, quiénes no tienen conexiones por más calificados que puedan estar muchas veces no son escogidos en un cargo para el que claramente están preparados, y es mirar desde la frustración que causan estas situaciones además de lo normalizadas que están.
el articulo trata sobre la meritocracia y como esta solo beneficia las personas que tienen la oportunidad, la ventajas económicas sociales y políticas. castiga a las personas que no las tienen y no alcanzan ese logro, el autor sandel aboga por tener en cuenta la suerte, la humildad y la solidaridad para así tener un sistema mas justo al momento de la meritocracia.
El último párrafo me recuerda el poema medieval Oh Fortuna sobre la dios griega de la fortuna. Una diosa caprichosa que cambia el destino de las personas constantemente. Es cierto que bajo las reglas de la meritocracia los mas afortunados que tuvieron suerte son los ganadores, y los demás perdedores. Los perdedores son vistos como culpables de su propio infortunio, mientras los ganadores rechazan haber logrado su buena fortuna por suerte si no por su merito.
Aun más, que aumenten las desigualdades y se concentre el capital en cada vez menos manos demuestra que aunque la mayoría se esfuerce, y muchos tengan suerte, hay un sistema que beneficia y protege al %1 sobre todos los demás. Disfraza la cleptocracia y el nepotismo como una supuesta meritocracia donde los ganadores nunca cambian y cada vez hay más perdedores.
interesante el pensar si el triunfo de otros se atribuye únicamente a sus méritos o también a la fortuna, y si la meritocracia no oculta otras formas de inequidad.
En muchos casos, el dinero es clave para el éxito de algunas personas. Y así arrebatarle la victoria a personas que en verdad lo merecían.
– si y no, cada suceso depende de el talento o esfuerzo de la persona también depende de la etica y moral de el organismo que se encargue de aceptar esa mejora de x personas, pero en otras ocasiones como la manipulación de contactos, o personas que le conviene por intereses personales puede ser egoista e inmoral pero cada persona se rige por su filosofía y sus principios q crean q son correctos
– pues si, por que ocurre eso? aveces pienso que ese tipo de personas no esperan ser aceptados por todos ni cumplir estándares sociales, creo q son personas con convicciones y se esfuerzan por lograrlo sin importar las opiniones de los demás
Considero que la «suerte», así, entre comillas, no es más que la conspiración de quienes ya tienen y están en el poder para silenciar, hacer y deshacer sin miedo a que los derroquen. Son ellos quienes se han encargado de formar un sistema en el cual solo su libertad sea la permitida y privilegiada sin altibajos por sus propias decisiones, dejando las migajas de los beneficios de estas decisiones al pueblo. En este sentido, lo que parece un «azar» es en realidad el resultado de decisiones estratégicas tomadas por élites que controlan el acceso a oportunidades y recursos.
Además, muchos sistemas que se dicen meritocráticos en realidad favorecen a ciertos grupos que ya tienen ventajas previas. Por ejemplo, en algunos países, los exámenes de ingreso a universidades o empleos pueden parecer justos, pero quienes tuvieron mejor educación o acceso a tutorías privadas tienen mayores probabilidades de éxito. Es por esto que, como su articulo argumenta, se cuestiona la equidad del sistema meritocrático.
Quizás la verdadera pregunta que no estamos haciendo al hablar del merito no es si la meritocracia funciona en este país, sino cómo hacer que la igualdad de oportunidades sea real.
En sociedades donde el éxito se mide solo por riqueza y estatus, muchas contribuciones valiosas (como el trabajo manual, la educación o el arte) quedan subestimadas. Si el objetivo es una sociedad más justa, tal vez habría que replantear no solo el sistema meritocrático, sino también qué valores priorizamos.
Yovanska Truyoll – Universidad Libre, 7C
*EL FRACASO DE LA MERITOCRACIA*
Muy interesante la reflexión sobre este tema de la meritocracia, siendo fundamental en sociedades marcadas por desigualdades estructurales. La idea de que el éxito se basa exclusivamente en el esfuerzo individual ignora factores clave como el contexto socioeconómico, los contactos y la educación de calidad, accesible solo para algunos. En este sentido me parece que el artículo plantea una crítica valiosa sobre como la meritocracia, lejos de ser un modelo justo, puede convertirse en una trampa que fomenta la exclusión e incrementa los privilegios.
Desde esta perspectiva, es necesario replantear el concepto de éxito. No se trata de negar la importancia del mérito, sino de reconocer que este no surge en condiciones de igualdad para todos. Si aceptamos que la suerte y el entorno influyen en las oportunidades, entonces debemos fomentar políticas que equilibren estas diferencias, promoviendo el acceso equitativo a la educación y a empleos dignos.
Esta reflexión no solo nos ayuda a comprender mejor la realidad en la que vivimos, sino que también nos permite cuestionar nuestras propias percepciones sobre el éxito y el fracaso. Si dejamos de ver a los menos favorecidos como «fracasados» y entendemos que las oportunidades no están equitativamente distribuidas, podremos construir sociedades más justas y solidarias.
Haciendo referencia a las dos preguntas que plantea:
1. No siempre lo he sentido asi, en muchos casos, el acceso a ciertas posiciones no depende únicamente del mérito, sino de factores externos como contactos, influencia o privilegios de origen. Aunque el esfuerzo y la capacidad son importantes, muchas veces las decisiones sobre quién accede a ciertos espacios no son completamente transparentes ni equitativas. Esto refuerza la necesidad de cuestionar la idea de que el éxito es solo cuestión de mérito personal.
2. Sí, y esto refleja cómo a veces la sociedad interpreta el éxito o la fortuna como algo inesperado en quienes no cumplen ciertos estándares predefinidos. Sin embargo, este dicho también refuerza prejuicios sobre la apariencia y el mérito. La suerte y las oportunidades pueden llegar a cualquiera, pero lo importante es reconocer que el valor de una persona no debería medirse por estereotipos superficiales, sino por su capacidad y su aporte a la sociedad.
*RESUMEN DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO EN LA ANTIGÜEDAD*
Al hacer referencia a la historia de la filosofía del derecho en la Edad Antigua, se debe entender que tiene sus raíces en la búsqueda de la justicia, un concepto esencial para la organización social desde las primeras civilizaciones. En sociedades como la mesopotámica y la egipcia, la justicia se entendía como un principio divino que debía ser garantizado por el soberano, reflejándose en códigos normativos como el de Hammurabi. Sin embargo, en Grecia, la justicia comenzó a ser vista como un problema filosófico, separándose de la mera imposición del poder para convertirse en un ideal racional. Se estableció una distinción fundamental entre nomos (ley) y physis (naturaleza), lo que dio lugar a intensos debates sobre si las normas eran producto de la convención humana o si derivaban de un orden universal inmutable.
En este contexto, Sócrates defendió que la justicia debía estar ligada a principios éticos universales, por encima de las leyes establecidas, pues consideraba que el derecho solo era legítimo si se ajustaba al bien moral. Su discípulo Platón desarrolló esta idea en su teoría del derecho ideal, proponiendo un sistema en el que las leyes debían emanar de la razón y ser aplicadas por una élite de gobernantes-filósofos, capaces de comprender la verdadera justicia. Por su parte, Aristóteles adoptó un enfoque más pragmático, distinguiendo entre justicia distributiva (asignación equitativa de bienes y honores) y justicia correctiva (reparación de daños), y argumentando que el derecho debía adecuarse a la naturaleza humana y al orden político de la polis, buscando el bien común.
Más adelante, las escuelas helenísticas profundizaron en la relación entre derecho y moral. El estoicismo defendió la existencia de un derecho natural universal basado en la razón, aplicable a todos los seres humanos sin distinción, lo que influiría fuertemente en el derecho romano y en la posterior noción de derechos naturales. Por otro lado, el epicureísmo sostuvo que las leyes debían servir para garantizar la paz y la felicidad individual, evitando el sufrimiento y el caos social. Estas corrientes marcaron la transición hacia una concepción más sistemática del derecho, sentando las bases para su desarrollo en la época romana y su influencia en la filosofía jurídica medieval y moderna.
Desde mi punto de vista de lo leído, concluyó que:
La méritocracia no siempre se lleva a cabo, fallando en la práctica, debido a desigualdades, discriminación, conexiones y privilegios. Sin embargo, si se reconocen estos problemas y trabaja para crear un sistema más justo y equitativo, la méritocracia se ejercería mejor sin pensar ‘no subí al puesto porque mi competencia tenía de lado conexiones y yo no’ si no pensar que esta persona fue elegida porque mostró mejores habilidades.
Dicho esto ‘ la suerte de la fea, la bonita la desea ‘, deja ver qué aunque la méritocracia no se ejerce en algunos espacios, hay sistemas que si, sin importar cual es el origen de la persona, si no por sus capacidades reciben el mérito.
La meritocracia debería ser un ideal complementado con políticas públicas rigurosas que garanticen igualdad de oportunidades. Sin una base equitativa, el concepto se convierte en un espejismo que legitima las desigualdades. Promover un sistema que valore la cooperación, el bienestar colectivo y la inclusión podría ofrecer una alternativa más justa.
En tiempos pasados, aquellas personas que poseían más riqueza y poder que los demás implementaban la religión como una herramienta bastante efectiva para excusar esa falta de equidad existente, haciendo que afirmaciones como “el rey merece ser rey porque Dios así lo ordena” fueran completamente racionales e incuestionables.
Hoy, 700 años después, los argumentos religiosos no tienen fuerza como mecanismo de legitimación de las jerarquías sociales; es por eso que existe una nueva narrativa: la meritocracia.
A raíz de esto, considero el artículo anterior bastante acertado al contemplar que este sistema no solo premia a una minoría que ha contado con todas las oportunidades para alcanzar el mérito, sino que también castiga duramente a quienes no han tenido esas mismas condiciones, generando así patrones discriminatorios y viendo la pobreza como una decisión, y no como el resultado de una serie de factores estructurales que limitan las oportunidades de muchas personas desde su nacimiento.
A lo largo de nuestra vida, es normal escuchar frases como “quien tiene más es porque se ha esforzado más” o “el pobre es pobre porque quiere”. Estas ideas ignoran variables como la suerte, la cual es determinante en la meritocracia. Por ejemplo, nacer en una familia con recursos, recibir una buena educación desde la infancia, vivir en un entorno seguro o incluso conocer a las personas adecuadas en el momento preciso son elementos que pueden definir el futuro de alguien.
Por consiguiente, es justo acoger la propuesta del autor Sandel y repensar las ideas de éxito y mérito, implementando en las nuevas sociedades un cambio tanto mental como estructural, permitiendo que el progreso no dependa únicamente de la posición inicial de cada individuo, sino de un verdadero equilibrio de oportunidades para todos.
Profe que buen artículo, me impacta mucho su manera de redactar los artículos. Esos 3 puntos claves donde nos explica la manera de mejorar nuestros pensamientos y salir adelante
Considero que la clase estuvo interesante y entretenida, ya que al ser el primer encuentro, tuvimos conocimiento sobre nuestro profesor, su crecimiento personal, su recorrido laboral… Ademas, se introdujo un poco sobre la materia a estudiar «Ética», y como esta se relaciona con la moral, pero presentan dos significados distintos, la primera basándose en la reflexión sobre el comportamiento humano (teórica) , mientras que la moral va mas centralizada al comportamiento presente en el ser humano (practica). Asimismo, se dio un pequeño bosqueje sobre la evolución de la Ética a lo largo de los siglos, desde la antigüedad, hasta la actualidad.
Con respecto a «El fracaso de la meritocracia» El artículo presenta una crítica a la meritocracia desde una perspectiva alineada con el pensamiento de Michael J. Sandel en «La tiranía del mérito». Estoy de acuerdo en que la meritocracia, en su forma ideal, puede ser injusta porque parte de la premisa de que todos compiten en igualdad de condiciones, cuando en realidad el acceso a oportunidades está condicionado por factores como el origen socio-económico, la educación, e incluso, la suerte.
Me parece acertado el énfasis en la necesidad de reconocer el papel de la suerte y las circunstancias en el éxito porque muchas veces se atribuye el logro personal, únicamente al esfuerzo y al talento, cuando en realidad hay factores externos que influyen de manera determinante. Por ejemplo, alguien que nace en una familia con acceso a buena educación, redes de contactos y estabilidad económica tiene una ventaja significativa frente a alguien que crece en condiciones de pobreza, con acceso limitado a educación de calidad y sin conexiones que faciliten oportunidades laborales. Aunque ambos trabajen duro, las probabilidades de éxito no son las mismas.
1. No siempre quienes me han superado en algunas aspiraciones han tenido más méritos que yo. A veces, han contado con ventajas previas, conexiones o simplemente han estado en el lugar y momento adecuados. La meritocracia no siempre es justa, y muchas veces deja de lado factores como la suerte o las circunstancias personales.
2. Sí, hay algo de verdad en ese dicho. La suerte juega un papel importante en la vida, y a veces las oportunidades llegan a quienes menos se espera. No todo es cuestión de esfuerzo o mérito; el azar también influye en el éxito o el fracaso.
Opino que la meritocracia es algo ha llevado en todas las generaciones que las reglas o ventajas a pesar de tener beneficios en contra de otros , sin embargo hay veces que dependiendo de la circunstancia donde hay situaciones para obtener algo de beneficio propio puede que haya intermediarios en la parte de un fin , Lo que utiliza la búsqueda de candidatos, para determinados cargos y dignidades en contrario al bien común a través de ella le entregan privilegios a una minoría que lo ha tenido todo que se castiga a quienes no han tenido esa oportunidad , Se complace en los ganadores y disgusta a los perdedores abriendo mas la brecha de las desigualdades económicas sociales y políticas : es la suerte que abre el camino al ganador y la cierra al perdedor. Sandel propone repensar las ideas de éxito y fracaso en la época de globalización, en la parte de reconocer el esfuerzo y talento , reconocer el trabajo y la dignidad contando con la solidaridad.
1R/ La verdad es que en mi vida no ha pasado de haiga personas que me haya superado por cierta posición política o jerárquica , 2R/ Hay ocasiones donde a veces el trabajo y el esfuerzo o méritos puede que la lleven a una mejor estado de apariencia ocupacional.
1R/ La verdad es que en mi vida no ha pasado de haiga personas que me haya superado por cierta posición política o jerárquica , 2R/ Hay ocasiones donde a veces el trabajo y el esfuerzo o méritos puede que la lleven a una mejor estado de apariencia ocupacional.
En lo personal, la primera clase me pareció muy buena, tocó puntos muy importantes, como la situación de nuestra institución educativa hasta la política actual de Colombia, relacionandolo directamente con la filosofía, poniéndonos en contexto de como fue el comienzo de esto.
Dándonos detalles importantes como la diferencia entre la moral y la ética, y de como diariamente podemos experimentar estos valores.
Este artículo reflexiona sobre los problemas inherentes al sistema meritocrático. Este sistema, que se basa en recompensar a los que logran el éxito por mérito propio, tiende a favorecer a una minoría privilegiada que ya ha tenido oportunidades y recursos, mientras castiga a quienes no tienen esas ventajas. Según Michael J. Sandel, citado en el artículo, la meritocracia genera sociedades divididas en ganadores y perdedores, lo que aumenta la desigualdad social y fomenta la polarización.
Sandel propone repensar el concepto de éxito, reconociendo el papel de la suerte y promoviendo una sociedad más solidaria y humilde. También defiende la dignidad del trabajo, no solo recompensando el éxito económico, sino valorando las contribuciones de todos, sin importar su estatus. La meritocracia, según Sandel, no debe ser una excusa para desvirtuar la justicia y las oportunidades, sino una forma de dar espacio a quienes no han tenido las mismas condiciones para sobresalir.
Lo primero que me doy cuenta es la importancia de el punto de vista, ya que difiere mucho la respuesta el uno del otro dependiendo de a cual de las dos partes se le pregunte, este articulo me pone a pensar desde el punto de vista del «perdedor», pero también hace que me intrigue el punto de vista del «ganador», claro, desde un punto objetivó centrado en la población perdedora por así llamarlos, no es nada mas que injusto y no debería existir una llamada meritocracia ya que niega una igualdad para todos y da una oportunidad a la población ganadora a hacer alarde y pisotear a estos por diversos motivos, como la supuesta superioridad, pero si también nos ponemos a pensar en los así llamados ganadores, seria injusto que estos no sean recompensados por sus diversos méritos ya que tener las oportunidades no significa aprovecharlas en el peor de los casos y por lo cual no cualquiera puede lograrlo aun teniendo los mismos recursos, por lo tanto después de este pequeño análisis mío, cabe destacar que estoy a favor de la segunda propuesta planteada por el señor Sandel, ya que cualquier trabajo en mi opinión merece el respecto y reconocimiento correspondiente, no importa que tan pequeño o insignificante le parezca a otro.
El texto presenta una crítica profunda al sistema meritocrático basándose en las ideas de Michael J. Sandel expuestas en su obra «La tiranía del mérito». La argumentación plantea que la meritocracia, lejos de ser un sistema justo, contribuye a perpetuar desigualdades al favorecer a quienes ya parten con ventajas iniciales.
Es interesante cómo el texto no rechaza completamente la idea del mérito, sino que busca reconciliarla con un sentido más amplio de justicia social, reconociendo que muchas veces los sistemas meritocráticos se diseñan de manera sesgada para favorecer intereses particulares.
Las preguntas finales invitan a una reflexión personal que trasciende lo teórico, cuestionando si realmente los «méritos» son el único factor determinante en nuestros éxitos y fracasos cotidianos, o si la fortuna juega un papel más decisivo del que solemos admitir, especialmente quienes se encuentran en posiciones privilegiadas.
El ideal de la meritocracia, donde el éxito se basa en el mérito y el esfuerzo, resuena profundamente en muchas sociedades. Sin embargo, la realidad a menudo dista mucho de este ideal, las desigualdades de partida son un obstáculo fundamental: no todos comienzan la carrera desde la misma línea de salida, además, el origen socioeconómico, el acceso a una educación de calidad y las redes de contactos influyen poderosamente en las oportunidades disponibles, independientemente del mérito individual.
Esta disparidad inicial se ve afectada por los sesgos inconscientes y la discriminación, que pueden nublar las evaluaciones del mérito. Los prejuicios arraigados pueden favorecer a ciertos grupos sobre otros, perpetuando así las desigualdades existentes, siendo un ejemplo de «la tirania del mérito». Además, el papel del azar y la suerte no puede ser ignorado; el éxito a menudo depende de factores que escapan al control individual, como el momento oportuno o las circunstancias imprevistas.